Tres mil muert@s en el armario

Mientras que los datos sobre el maltrato de género salen instantáneamente y los de accidentes de tráfico también son publicados constantemente en los medios de comunicación, el INE tarda casi 2 años en publicar las víctimas de la depresión que decidieron suicidarse.

Pero no sólo es el INE. En muchos medios de comunicación, continúan planteándose en sus Consejos de Redacción la posibilidad de publicar o no estos datos. Había una opinión en el mundo periodístico que decía que, si se publicaban noticias sobre los suicidios, éstos aumentarían por un efecto contagio. Esta opinión, ya descartada por las nuevas corrientes periodísticas y por los médicos especialistas, sigue muy arraigada en la sociedad. Habría que preguntarse: y, ¿por qué sí se publican datos sobre accidentes producidos por kamikazes, o datos sobre maltrato? ¿No se producen en estos casos los indeseables efectos contagio?

Tal vez, debamos ser serios/as y empezar a plantearnos si no estamos cometiendo un error. No hablar de un problema no significa que no exista. Los datos son evidentes: que las administraciones no abordan la situación aplicando planes eficaces; las familias siguen teniendo vergüenza de reconocer el problema de una depresión y, por tanto, no acuden a los especialistas; muchos medios tampoco denuncian la situación y, mientras tanto, continuamos teniendo más de tres mil muertos anuales.

Por otro lado, muchos/as especialistas reconocen que la depresión puede ser la gran pandemia del siglo XXI. Las sociedades desarrolladas y el estado de bienestar, apoyado totalmente en una sociedad competitiva y consumista, son el perfecto caldo de cultivo para que muchas personas de las próximas generaciones caigan en estados depresivos y esto lleve a aumentar el número de suicidios.
No es raro encontrarse, hoy en día, a una familia en el comedor de su casa con este cuadro: el padre hablando por teléfono constantemente mientras come, la mujer enviando WhatsApps y el hijo dedicado a la misma labor o con la play jugando mientras come. Eso sí, el televisor estará encendido para hacer ruido mientras cada uno/a va a lo suyo. Muchos/as jóvenes pasan casi todo el tiempo libre enganchados/as en sus ordenadores navegando por la red, sus videojuegos o recibiendo y enviando WhatsApps.

Años más tarde, muchos/as padres y madres se preguntarán por qué sus hijos/as parecen perfectos desconocidos/as. En muchos casos, compramos el tiempo de nuestros/as hijos/as facilitándoles los aparatos electrónicos para que estén ausentes, no hagan ruido en casa y para que nos dejen tranquilos/as.

Ahora es el momento de actuar. Cada día que pasa, se producen nuevas víctimas que, con una atención adecuada, podían haber superado el problema. Hay tratamientos, terapias, profesionales, soluciones. Pero esto lo debe conocer la sociedad, se debe hablar en voz alta y ver las líneas de actuación. Si no hacemos nada, si miramos a otro lado, continuaremos teniendo cada año tres mil nuevas muertes en el armario.

 

Maria del Mar Castaño García-Donas
Presidenta de la Fundación ANAED (Asistencia Nacional de Ayuda al Enfermo de Depresión)

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