Conforme fui creciendo, adquiriendo más razonamiento y, como consecuencia, más responsabilidades, he ido dándome cuenta de la realidad.
En todos estos años, he tenido la oportunidad de conocer a personas muy felices, a personas desbordadas y a otras que, simplemente, fingen ser felices.
Quizás tenga un concepto de la depresión un poco distorsionado, ya que, por suerte, creo no haberla sufrido nunca. Es cierto que he tenido momentos de mucha tristeza, de soledad, de desilusión hacia la vida, pero no me podría imaginar que esa sensación me persiguiese constantemente.
Pienso en la depresión como una forma de sentir que te persigue y te inunda. Como sufrimiento y agobio a la vez, como una gran tristeza y desesperación que te llena el alma, que no sabes cómo desprenderte de ella, como algo que te sigue y se hace contigo.
He sentido cerca la depresión, aunque no tan cerca como me hubiese gustado, ya que he tenido conocimiento de familia muy cercana que la ha sufrido y la ha llevado consigo pero siempre han puesto la otra cara, lo han contado pero no tanto, lo han expresado pero no como deberían…
Quizás si hubiese sabido cómo se sentían, o si hubiese captado cómo realmente veían la vida, hubiese reaccionado.
Cuando digo que no he sentido la depresión tan cerca como me gustaría me refiero a eso, a que me hubiese gustado inundarme de toda la tristeza y sufrimiento que ellos sienten y que se hubiesen llevado toda mi alegría y vitalidad. Sin pensarlo, me hubiese puesto en su lugar, aunque no supiese todo lo que eso me pudiese acarrear…
Aunque quizás si esto llegase a mí, buscaría solución, buscaría la forma de desprenderme de ello, quizás buscaría una y mil maneras de despegarme de ese sentimiento. Aunque siempre sería un quizás, ya que realmente no lo sé y todo visto desde fuera parece diferente.
A día de hoy, miro atrás y veo, analizo lo fácil y bonito que es todo cuando eres niñ@… y lo añoro. Sé que la vida son etapas y que cada edad tiene la suya, pero es cierto que, cuanto más mayor te haces, más sentimientos encuentras en ti, y no me extraña que haya personas a las que ese sentimiento les desborde.
Ahora, que soy «medio» adulta, y digo «medio» porque, hasta el día de hoy, sigo conservando algo de esa niña que siempre llevé dentro (o eso pretendo).
Mi padre cambió su frase.
No hace mucho, me dijo «siempre intenta ver el lado bueno todo» y es la que, a partir de ahora, me suele repetir muy a menudo. Cuando he tenido un día duro en el trabajo, me acuerdo de su frase y pienso que, cada hora que pasa, ya me queda menos para salir y para disfrutar de mi tiempo libre; cuando discuto con mi pareja, pienso que, después de la tormenta, siempre llega la calma… siempre buscando lo bueno de lo malo que pase.
Y creo que realmente es así. Pienso que, de todo, existe un lado bueno o, al menos, una solución y es que hay tantos profesionales, PERSONAS que tienen la magia de inundarte con ella y de hacer que te sientas bien, de prestarte su mano y huir contigo, de ayudarte a separarte y a conseguir despistar y esquivar esa soledad, esa tristeza, ese sentimiento…
¿Qué? ¿Por qué no?
¿Por qué no abrazarte a esas manos que siempre estarán ahí y que, un día, cuando estés preparad@, te dejarán que vueles? Te habrán ayudado a ver la vida de otra forma, hasta te enseñarán a apreciar cada mínimo detalle que antes no veías porque quizás no lo apreciabas, porque ese sentimiento te nublaba.
Como ya he comentado, nunca me he visto en una situación igual. pero sé que millones de personas en el mundo donde vivimos se sienten perseguidas y no pueden escapar y, con esto, con mis palabras, me encantaría que os sintieseis refugiad@s, que os dé esperanza y expresaros que, fuera de vuestro refugio, fuera de la niebla donde os encontráis, hay otras miles de manos encantadas de ayudaros a ver que hay una salida y que, fuera de todo ese humo, podréis encontrar cosas increíbles.
«Busca el lado bueno de la vida»
M. P. R.